lunes, 5 de diciembre de 2011

Instituto de Revisionismo Histórico

LA REACCIÓN LIBERAL
Escrito por La Redacción de la Revista Integración Nacional   
La falsificación (de la historia) ha perseguido precisamente esta finalidad: impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la aptitud para concebir y realizar una política nacional. Mucha gente no entiende la necesidad del revisionismo porque no comprende que la falsificación de la historia es una política de la historia, destinada a privarnos de experiencia que es la sabiduría madre” (Arturo Jauretche).

El decreto 1880/2011 que lleva las firmas de la presidente Cristina de Kirchner; del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; del ministro de Economía, Amado Boudou y del ministro de Educación, Alberto Sileoni, ha generado una nueva reacción por parte de los herederos de Don Bartolo. El mismo, crea el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, con carácter de organismo desconcentrado, para "el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de las personalidades de nuestra historia y de la Historia Iberoamericana" y tendrá como objetivo "revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX".


El 28/11 dos notas publicadas por el diario La Nación, una de la redacción del diario y la otra firmada por Beatriz Sarlo, advertían sobre el peligro de la creación de dicho Instituto ya que sería urgido para la instauración de un pensamiento único del pasado”, el cual, “podría ser un centro que irradie su historia a la escuela”, lo que“se convertiría en algo más peligroso”.

Los argumentos de Sarlo, a la sazón vocera del diario fundado en 1870 por Bartolomé Mitre para que resguardara desde la tribuna sus intereses y evitar, falsificando la historia, que se supiera la verdad sobre el baño de sangre que el ilustre porteño realizó en el interior del país con nuestros hermanos gauchos o en Paraguay con la guerra de la Triple Infamia, son los siguientes:

“Hoy, el revisionismo (que no se practica en la universidad, donde se lo estudia cómo se estudian las obras del pasado) es una especie de fósil que vive en el paraíso de los best-sellers”. Debemos aclarar que no se lo estudia porque  ha habido una imposición cultural por parte de los sectores concentrados de la Argentina, evitando conocer nuestro pasado y condenándonos a ser un país agro-exportador que es el destino, que según Mitre y la oligarquía, tenemos como país. Ser la granja de las potencias coloniales, total ellos nos proveerán de manufacturas (léase División Internacional del Trabajo). Sigue;  “Una veta del mercado editorial con novelas buenas y malas, biografías y libros de divulgación más atractivos, sin duda, que las ponencias de los simposios de historiadores”. De esta manera, desprestigia a historiadores de la talla de José María Rosa. Con esa liviandad frívola, malintencionadamente cataloga a grandes revisionistas, quien efectivamente ha usufructuado la “veta del mercado editorial”, sin conocer que estos no escribían para “vender”, sino por la grandeza de la patria. Como decía Jauretche “Lo de ahora no se puede resolver sin primero entender lo de antes”. Sigamos con Sarlo.

“No faltan razones de popularidad: su versión del pasado es simple, con malos y buenos, elites y masas, pueblos y oligarquías enfrentados en una wagneriana guerra prolongada. Todo es fácil de leer. Comparados con una página de Tulio Halperin Donghi (nuestro historiador máximo según las más variadas opiniones), diez libros revisionistas actuales suenan tan sencillos como una canción alpina”.Cabe destacar que es preferible leer los 13 tomos de Historia Argentina de Rosa antes que una sola de las aburridas páginas de Donghi. También aquí, hay un propósito encubierto. La historia oficial, la que nos enseñan en los distintos niveles de educación, no es más que una seguidilla aburrida de hechos históricos desvinculados con fechas y nombres inmutables. De esta naturaleza son los libros del antiperonista Donghi, que planteaba que el peronismo había impuesto la máxima dosis de fascismo posible que la Argentina podía soportar, explicando la realidad Argentina a partir de una categoría europea. Esta versión oficial de la historia fue escrita por los que ganaron en Pavón y condenaron al ostracismo a grandes patriotas como Artigas, Moreno, Monteagudo, entre otros. Pero aún hay más.

“En el decreto del gobierno hay, finalmente, un elemento más peligroso. Desde la transición democrática por lo menos, juzgada por todos los criterios de la disciplina, la historia argentina es de gran nivel. Investiga sectores populares, anarquistas y sindicalistas, movimientos campesinos, mujeres; no hace historia de "grandes hombres", no se ocupa de establecer una tabla de posiciones. Hay historiadores universitarios de todas las tendencias ideológicas, todos responden a las reglas que definen su disciplina. El gobierno pasó por alto esto (…)”. Los historiadores, que responden (¡!) a la disciplina, según Sarlo son: Tulio Halperin Donghi, José Luis Romero, el socialista democrático quien fuera interventor de la Universidad de Buenos Aires durante la Revolución Fusiladora del ’55.

“El Instituto de Doctrina podría convertirse en un rincón arcaico y polvoriento. Pero también podría ser un centro que irradie su "historia" a la escuela. Allí se convertiría en algo más peligroso” concluye esta prestigiosa periodista, alarmada por el hecho de que alumnos  ávidos de comprender su pasado histórico, luego la señalen porque trabaja para el diario fundado por el fratricida autor de “Historia de Belgrano y de la independencia argentina”. Teme que el instituto se convierta en historia oficial.

Celebramos, a pesar del diario “La Nación”, desde RIN la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico porque es una deuda pendiente con la memoria y el pasado del pueblo argentino como así también, con la de nuestros próceres que lucharon por la Patria Grande y que fueron rescatados por  grandes pensadores que amaron a su patria, parafraseando a Perón, no por sus vacas y sus campos si no por sus hermanos de Nación.

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